Ahí el circo, montaña florida, creación perfecta, a lo lejos los imponentes cerros de piedra se multiplican. Ahí entre las sobrevivientes casas de adobe, de tejas de greda y de edificios de cemento emerge colorida la hermosa carpa del Circo Los Tachuelas en la ciudad de San Felipe.
Está de fiesta, desde lo alto, desde la cúpula de sus estilizadas torres finas cascadas luminosas, como blancas estrellas en la inmensidad del universo.
La carpa llena de frescura, recién pintada como la cara del payaso, blanca y rosada, llena de alegría nos espera.
Cuántas sonrisas de familias chilenas atesora en su nido el legendario Circo Los Tachuelas, cuántos recuerdos de quienes se marcharon, cuántos sueños cruzaron la orilla de estas fronteras.
A unos metros el tránsito agitado por las calles de cemento, acá la tierra sostiene esta mágica cúpula circular tejida de blancura con estilizadas líneas rosadas.
Los niños sonríen, miran esas luces de estrellas blancas, esa inmensa casita de juguete colorida, luminosa.
Las puertas del castillo se abren, los niños en los brazos de sus padres avivan sus manos, abundan las sonrisas, el legendario Tony Tachuela nos dice: » Entra, esta es tu casa, nuestra casa».
A nuestros ojos este pequeño universo de azul intenso desde la cima hasta su cintura de luna y en el medio, el diminuto planeta pista. Ahí viene volando entre la bruma, su traje de blanco qué nos trae, ha retornado de algún astro, rostros sumidos en la interrogación, quién será, se despoja de su traje espacial, ahí su rostro; ojos, labios y pera de luna llena blanca, su cara de copihue rojo y su llamativa boina de tela
escocesa, una leve sonrisa, sorpresiva e inocente su mirada, es el payaso Tachuela Jr. qué nos trae desde el astro más mágico y maravilloso del universo.
Acá en la tierra, en el último espacio del mundo, entre cerros desnudos, llegó desde lo alto el encanto, la belleza extasiada de vuelos, de giros, de risas, de asombro.
A la estación de los sueños llega el señor Corales, chaqueta larga roja, cuello de alas negras, con hombreras de hilos de oro y de plata junto a uno de sus nietos. Es don Gastón Maluenda, junto a su séquito, ocho princesas de vestimenta blanca y dorada, racimos de sonrisas, de música, de danza envuelven nuestras almas.
Desde lo alto los trapecios aún no se agitan, a sus ojos un valle tejido de espigas, la cuna protectora de los hombres que vuelan.
Ahí cuál alpinista ascienden los trapecistas de la troupe de los Maluenda, ahí van hacia el alto vuelo, libres, sin obstáculos, alejados de las sombras.
Quieren reencontrarse con el espacio, es tan sólo el inicio, mira cómo se deslizan por el cielo, cómo sus cuerpos se expresan con tanta elegancia, todo tan natural desde sus manos a sus pies.
El cátcher concentrado en su apacible balanceo, con sus dos manos sujetas a la barra del trapecio, invierte su cuerpo, sus brazos se extienden. Nubia Maluenda atenta, asida su mano a la barra del trapecio, un leve impulso, su cuerpo viajero sigue la trayectoria circular del péndulo, su altura, la movilidad ascendente de sus piernas la distingue por su elegancia, finura, delicadeza, su figura estilizada retorna, avanza hasta la máxima altura entre las barras que sostienen la plataforma, sigue la princesa voladora, cuán veloz es cuando cruza sus piernas en la barra de trapecio, dobla su cintura, ahí desde el vacío a las manos de su cátcher. Mirad cómo la lleva, ya no hay temores al abismo, esas manos bondadosas, benignas devuelven la sonrisa al público y la entrega a su reino.
He ahí en las alturas, Elías Maluenda, va a transitar por la ruta imaginaria diseñada en su mente, en la oscuridad del espacio cuando el sol se ha perdido en el horizonte, sólo siente, sus ojos se han cubierto de sombra, su alma se desborda de osadía, el silencio, las voces enmudecidas, el enigma transita en las miradas.
No necesita sus ojos para volar, su mente mantiene asida sus manos, su cuerpo transita veloz, flexible como una frágil rama llega a lo alto, retorna por la ruta oscura del túnel, se anida de energía, sólo siente que más allá lo espera su cátcher, siente que se aproxima y sin ninguna duda, con la certeza de la sabiduría se entrega a sus manos, un leve murmullo de alivio, ha sido atrapado, rescatado del vacío.
Elías el niño talentoso de las nuevas generaciones de la familia Maluenda, payaso, motociclista en el globo, acróbata y trapecista volante.
Don Gastón Maluenda anuncia el triple salto mortal de su nieto Álvaro Maluenda Andrich, trapecista volante aspirante al cuádruple salto mortal.
Ahí en la plataforma uno de los mejores trapecistas jóvenes de nuestro país, observa a su cátcher, en posición de salida, su vida en manos de su hermano, ese anuncio secreto e invisible llega a su mente, sin duda alguna se inicia el vuelo.
Transita con soltura , observa su elegancia, sus piernas unidas, sus pies caídos navegan como en la noble danza, su cintura se contorsiona al llegar a la orilla del vacío, al límite de su energía, retorna a su lugar de origen, tan sólo un guiño efímero con sus pies a la altura de la plataforma, ahora sí, su cátcher se desplaza hacia la señal imaginaria, exacta, su mirada sólo reservada a su trapecista, llegó el segundo preciso, deja el trapecio, estalla su energía en lo alto, tres veloces giros, el encuentro perfecto con su cátcher, ambos se unen con naturalidad para continuar el viaje.
Siguen gloriosos la senda, hermanos en la tierra y en el espacio, las manos gloriosas del cátcher lo deja en su trapecio, así llega como el ave que vuelve a la rama de su árbol, con elasticidad y elegancia.
Es Álvaro Maluenda Andrich, sigue escalando éxitos en su carrera como trapecista y acróbata.
Es Diego Maluenda Andrich, un cátcher concentrado, inspirado, se desplaza con seguridad, excelente control de velocidad y tiempo, ahí están sus manos en el segundo exacto, al servicio de sus trapecistas volantes.
Que nos trae el payaso Tachuela Jr., nos mira, la palabra silenciosa se expresa, traspasa esa cara pintada, derrite la tristeza, se animan las manos, despierta el sonido, los seres vuelven a ser alegres, acá no hay fronteras.
Sus dedos son las cuerdas de una guitarra, sus ojos te dicen si te has reanimado o aún te cuesta soltar las ataduras que te embargan, libérate, el juego se inicia.
Aún somos niños, desnuda tus manos, hagamos melodías, el payaso no te quiere en la sombra, mira como dirige esta orquesta, somos sus músicos, ahí el director y su batuta, aún más su cara pintada, sus ojos de luna blanca, sus chalupas, sus delgadas piernas cuando te piden el sonido de tus palmas brota como una semilla una nueva melodía.
Y así vamos construyendo la alegría, sólo hemos reconocido lo que teníamos dormido, sólo faltaba el payaso para que vuelvas a recuperar tu primavera.
Es Tachuela Jr, Elías Maluenda González, creativo, original, te hace sentir que el payaso sigue siendo en Chile el alma del circo, connotado, protagónico, conquistador, cada uno de sus gestos y movimiento conlleva un mensaje.
El mundo imaginario del Circo Los Tachuelas se construye principalmente en el espacio, en las alturas, ahí las imágenes figurativas altivan las miradas, la acróbata aérea inicia el vuelo asida el paraguas, es como el giro apacible del remolino impulsado por el viento, su silueta sostenida en sus manos flamea, se arrima al bastón, se extiende hacia el cielo, su cuerpo desde su cintura a sus pies se contorsiona, luego libera sus manos y se entrega a su propio giro.
Esa pista imaginaria en el espacio recibe al acróbata sujeto a dos alas voladoras tejidas de fina tela, transita con ímpetu entre las coloridas estrellas que agitan su mirada, ahí en lo alto de improviso se entrega a la fuerza de gravedad, pero esas alas salvadoras lo suspenden a tan sólo unos segundos de la dureza de la superficie, sus brazos se sostienen a esas alas, su cuerpo danza, es un canto a la alegría, mira cuál pájaro vuela siguiendo desde lo alto la huella de la pista, vuelve a la superficie, retorna al espacio creando figuras acrobáticas al unísono de la música, qué nos traen esas expresiones imaginarias, sólo armonía en nuestras almas.
Diego Maluenda Andrich, acróbata aéreo, nos presentó su viaje imaginario, transita con seguridad y elegancia en las alturas.
A veces quisiéramos volar a otros espacios, quizás a un planeta imaginario, a un paraíso terrenal, lejos de las tribulaciones, ser expulsado a alta velocidad por un cohete o un cañón.
Ahí está el acróbata decidido a ser impulsado al espacio, a sus espaldas el cañón, es hora de partir, alejarse de los lamentos, alzar la vista, mirar al infinito.
Las princesas le acompañan en esta despedida, se inician los últimos segundos, ahí al interior aguarda alejado del estupor, decidido a ser acogido en otros brazos.
El silencio anuda las palabras, los segundos de las miradas se hacen largos, ahí va veloz como una bala, como un meteorito; fugaz.
Es tan sólo un segundo, ágil como una incontenible ráfaga de viento, ahí va hacia lo alto, sus brazos extendidos, fijos, con la elegancia del ave que se aleja da medio giro, llega a su destino, altivo, feliz.
Es Joaquín Maluenda Andrich, el hombre bala.
Te conozco payaso desde el albor de mi niñez, eras un juguete de cara pintada, de ancha y colorida ropa, todo era un juego de risas, de caídas y palmadas.
Desde hace un tiempo eres un payaso solitario que te desahogas ante la displicencia de la sociedad, ante las vicisitudes de la vida.
Tachuelín clama ante la indolencia, ante la tristeza del payaso pobre que no oculta sus sentimientos, su tristeza, sin hipocresías, sin caretas, con autenticidad. He aquí la originalidad, interpreta con maestría la canción «Payaso», pero se revela y decide mostrar su corazón, su interioridad al descubierto y su ropa de tela ya rota por el uso, muy desgastada.
Tachuelín se acepta como es, pobre y triste y así se muestra ante la audiencia; una magistral producción de Joaquín Maluenda González.
La música llega como una ola alegre, no te querían en la pista, siempre hay alguien que te quiere sumergir, mantenerte ahogado en el silencio, Pitufín no se deja vencer, quiere correr, animarte, mirar con tus ojos, te sientas acogido, amado.
Quiere compartir, abre tu corazón, recibe su mensaje, cuando sientas el naufragio en tu vida, el abismo, la fisura de tus sueños, no dejes partir la esperanza, la fe, que el otoño te abra las puertas de la primavera e igual sigas el camino del amor al prójimo.
Es la vivencia del payaso Pitufín, quiere que ames a tus hijos, le conozcas, los orientes en sus vidas, ames a tu familia.
He aquí como mucho de los padres abrazan a sus hijos, les toman sus manos en un gesto de ternura.
El malabarismo es uno de los actos de arte circense de mayor presencia en las pistas del circo tradicional chileno, los hermanos Reyes, Michel Cárdenas, Sergio Paolo Parada, son exponentes de un malabarismo creativo.
Surge una nueva propuesta de malabarismo y comicidad, los hermanos Ventura.
La expresión de esas manos, de ese delicado movimiento al compás de sus dedos, van creando diversas figuras en el especio; es como el torrente apacible de una diminuta cascada de bolas de agua que caen a una fuente, o aros de luces que emergen desde una a su otra mano, retornan, se cruzan a tan sólo unos milímetros, cuánto movimiento, cuán veloz, que no te tiemblen tus manos, que nada caiga desde lo alto, o esas clavas que cuál remolino no dejen de girar en el espacio, armoniosas, delicadas.
El malabarismo como creación figurativa es maravilloso, no se escapen de sus manos, no se desmoronen desde el espacio, la gracia, la comicidad de su ayudante diluye la incertidumbre y fluyen las sonrisas.
Vicente Ventura ha evolucionado al profesionalismo e integrado a su acto la comicidad a cargo de su hermano.
Hay que divertirse, reírse de la seriedad de la trama de la ópera, de la dama y del actor con su finas vestiduras. Todo se quiebra: de la formalidad a la informalidad, de la tragedia al conflicto, no es el triángulo amoroso convencional, son los celos de la doncella con una dama del público que se siente atraída por Tachuela Jr., quien ante tan magno escándalo se ve en la obligación de separarlas, mientras el público se desborda de risas, de avivamiento, de aplausos
Tachuela Jr., y la doncella Daniela Kunhe son quienes han creado esta parodia.
Ahí va el viajero caminando al interior de la superficie del péndulo metálico que oscila desenfrenado como las aspas del molino, sus pasos acelerados siguen la estrecha e interminable ruta, no hay salida, ni camino alternativo, a veces quisiéramos cambiar el rumbo de nuestras vidas, pero no hay otra opción, si te desvías te espera el abismo.
Es hora de agilizar el viaje, alarga sus pasos, salta, la sociedad te exige seas presuroso, sólo un breve descanso, extiende su cuerpo tan sólo unos segundos, ahora debes cambiar de ruta al exterior del péndulo, la ruta riesgosa, de mayor altura, no sientas miedo, sigue cauteloso la huella del movimiento, sólo debes sentir cada uno de tus pasos, aferrarte a la superficie, el cielo desde gris a oscuro cubre tus ojos, esa nube sombría ha llegado a tu vida, pero la has superado con tu propio esfuerzo.

Joaquín Maluenda Andrich, acróbata de las alturas, al borde del abismo, el riesgo en su máxima expresión, el más audaz de la nueva generación de los Maluenda.
He ahí este nuevo mundo, mirad cómo no hay rutas en su interior, cómo será el viaje en tan reducido espacio y a tan descontrolada velocidad.
Es un inmenso globo terráqueo metálico, un túnel gris, que no transite la vida desde el atardecer a la oscuridad, es el clamor, la súplica silenciosa.
Se abre la compuerta e ingresa presuroso el motociclista Elías Maluenda Jr., es un torrente, un caudal que invade a gran velocidad la ruta invisible, adherido como un imán cuando transita por las alturas, que no se resbale, que siga invencible ante la fuerza de gravedad.
Llega airoso, henchido son los aplausos cuando se despide y se aleja de la pista.
Ahí viene en su motocicleta Tachuela Jr., apuesto y sonriente, sus hombros sostienen un bolso térmico de delivery, la duda se transforma en sonrisas, dice que si, que no, desvía su ruta y se introduce en el globo, los dos motociclistas inician la enorme aventura, quizás no vuelvan para quedarse tendidos en la superficie, la miradas se alargan, vamos que se despeje luego el destino, he ahí el fuerte zumbido ensordecedor, los veloces rayos giran y giran, se cruzan a tan sólo unos milímetros, es como un viaje al fin del mundo, al abismo, pero las miradas sonríen, han vuelto a reencontrarse con su público.
Ahora ingresan a la pista las princesas de esta primavera colorida, mágica, junto al maestro de pista, el señor Corales en Chile, representado por don Gastón Maluenda Quezada y toda la corte integrada principalmente por las nuevas generaciones de la familia Maluenda y artistas externos.
Es parte de la tradición del circo agradecer a las familias asistentes vestidos de gala, una lluvia de aplauso los llenan de alegría.
El Circo Los Tachuelas es representativo del arte circense chileno, contiene los elementos propios de sus tradiciones; la elegancia, la delicadeza, la finura, la audacia, la expresión corporal, la creatividad, la imaginación, la afectividad, la vinculación con lo social. Como lo es el circo tradicional; nació, creció, se perfeccionó bajo esa noble carpa y se sostiene en la continuidad de su patrimonio cultural inmaterial.
Asistí con mi hermana Cecilia al Circo Los Tachuelas para rememorar aquellos días alegres de nuestra niñez en que junto a nuestro padre vivíamos la magia, la fantasía del circo.
Fue una experiencia maravillosa.

Gaspar Altamar Gallegos
Crítico de Arte Circense
Junio 2023