He llegado al Mall plaza el trébol de la comuna de Talcahuano, camino por sus calles onduladas de cemento, los árboles les han regalado el espacio a edificios gigantescos, sólo lucen los letreros, me imagino las ventanas dibujadas, con corredores y faroles coloniales en las paredes.
El verano vanidoso hace notar su presencia, el cielo luce celeste con leves pinceladas blancas, el reflejo del sol desafiante se resbala en mi frente.
A mi costado cientos de vehículos ordenados como un contingente de soldados, las familias transitan por escaleras metálicas, se acercan, se alejan de mis ojos.
Sólo faltan unos pasos, unos segundos de vida para reencontrarme con el circo, valió el esfuerzo de tantas horas, de tantos caminos.
Todo aparece distinto, la fantasía se anida en mis ojos, cuatro cúpulas blancas con anillos de color fucsia, el arco como media luna sostiene con letras de cristal verdes: “Los Maluenda”.
Se extiende la carpa hacia las alturas, exhibiendo en la mitad del camino sus pezones pintados de color blanco con círculos fucsia.
En la cima cuatro torres desnudas sostienen el logotipo institucional, la identidad de los Maluenda, el significado patrimonial intangible de ocho generaciones de artistas circense.
Las luces danzan presurosas por el espacio, por el ruedo externo, hacia lo alto de la carpa.
Las torres plateadas en su último escalón sostienen las múltiples estrellas que iluminan el palacio y su entorno, las vallas brillosas figurativas de líneas creativas.

Las familias esperan se abran las cortinas, los niños alegres, en sus ojos la fantasía de esta gigantesca carpa como la casa de un cuento de fantasía, inflada por la brisa del amanecer.
Ingresamos al Palacio, en cada costado del hall tres princesas del reino coronadas de elegancia, frac negro, de cintas doradas, nos dan la bienvenida.
El espacio es maravilloso, una exposición de los artistas de la generación de la familia Maluenda pende en las onduladas cortinas rojas, el piso luce brilloso, los carritos de la dulcería de diseño imaginario, al costado la figura del payaso Miky Maluenda creada por los niños.
Caminamos por el interior del ruedo, decorado de cortinas rojas, de luces que iluminan el camino de aserrín, mi memoria retorna a los años en que la tierra y la pista del circo la cubrían de madera triturada.
La pista tan redonda, luna llena, de múltiples colores como la primavera florida, en lo alto el universo de azul intenso, las butacas rojas flexibles emergen desde la superficie hacia lo alto del ruedo, las vallas plateadas, brillosas, de diseño creativo con el logo institucional, divide y orienta los espacios.
La plataforma y los trapecios inmóviles se miran silenciosos, esperan la llegada de los trapecistas volantes y del cátcher, en lo alto múltiples pantallas de iluminación y exhibición de imágenes.
Todo se ilumina, se traduce en imágenes extraídas de la naturaleza, la danza de copos de nieve, de diminutas olas en el cielo, de rayos azules, amarillos, blancos, se extienden, circulan, se abren las cortinas, las princesas del reino arriban, danzan alegres, traje rosado, cintas doradas, coronadas de plata.
De la danza de las princesas fluye espontánea, entre tanto planeta luminoso, entre tantos aros de oro que aletean en el espacio, los maravillosos colores de los payasitos, de las acróbatas que exploran las alturas en el aro, del dúo de malabaristas compartiendo el vuelo de las clavas.
La plataforma de tres aros transita hasta el centro de la pista, Sofía Maluenda, de tutú blanco como la nieve, su cuerpo gira apoyado en las puntas de sus pies, sus manos como alas palpitan delicadas, leves pasitos elevan su figura al espacio, las luces se expresan ante la elegancia, rayos de sol de variados colores, melodías amigables.
La princesita en el universo de la fantasía, desde sus ojos fluye la sonrisa, levanta su fina estatura, su cintura flexible como una delicada rama, sus manos adherida a la superficie, fina estirpe, líneas de arcoíris, sus piernas escalan, sus rodillas unidas se flexionan, figuración de la última letra del abecedario, sus piernas retornan, siguen su viaje a lo alto, se extienden apacibles a la superficie, un leve impuso contorsiona su cintura y su pierna se prolonga hacia su cabeza, gira la esfera hasta sobrepasar el aro de la plataforma, sostenida en su diafragma su cintura gira, su cuello gira, su rostro se direcciona, mira su espalda.
Sus huesitos, sus tendones se flexionan, se dilatan, su corona entre sus pies, sus piernas onduladas, su mirada sumergida en la superficie, una obra de arte, una estatua pura, cristalina.
Sofía, nombre de princesa coronada, tus movimientos susurran suaves, como la brisa del amanecer, la armonía, la calma se anida, la paz nos inunda, la emoción palpita en los rostros.
Sofía Maluenda, acrobacia delicada, contorsionismo figurativo, fina elegancia, las artes escénicas confluyen en la expresión de su cuerpo, ha evolucionado, se aproxima a la perfección.
La expresión figurativa, el movimiento de los objetos impulsado por el malabarista, hay que crear, dibujar los vuelos en el espacio, que sean obras ante nuestros ojos, Miguel Maluenda, transita por el intercambio de los cubos, de una posición a otra, deben autoprotegerse, no caer al vacío.
Se desplaza con agilidad, su habilidad motora no deja escapar a ninguna de las clavas, siguen su ruta con agilidad, giran hacia lo alto, retornan a sus manos, sus ojos conectados, el movimiento coordinado se hace sublime, poético, creativo.
Una fila de platillos girando en un delgado y flexible bastón, sólo sus manos impulsarán el movimiento, que no se debiliten los giros, hay que asistirlos, protegerlos con habilidad, agilidad.
Miguel, ha crecido con mucho esfuerzo y dedicación, su versatilidad lo caracteriza, payaso, músico, trapecista y malabarista.
Ahí por los caminos del ruedo viene presuroso el payaso Miky Maluenda, sus brazos desenfrenados animan a la audiencia, se enciende la alegría, se apaga la letanía, cuánto tiempo alejado de la risa, cientos de manos hablan el mismo idioma, le acompañan sus voces, todo ha cambiado, la fecundación se expresa en los rostros, se anida en los niños.
De prolongadas cejas, sus párpados blancos, sus labios rosados, su rostro sonrojado, la punta nasal de color negro de leve inflamación, la formalidad y elegancia de su vestimenta, sus chalupas blancas, su peluca en el baúl de los recuerdos.
Hiperactivo, dinámico, espontáneo, expresa variadas emociones en su rostro e interactúa con la audiencia. Junto a lunita enamoran al público, juego de ternura, de amor, se hace imperceptible cuando Miki le retorna la mirada, es amonestada, se deja caer como una hoja de otoño, vuela a los brazos de su amo, sus pasitos ágiles veloces circulan por el contorno de la pista, cuál eximia acróbata corriendo sostenida en sus manos.
Miky Maluenda, eximio payaso, habilidades comunicativas no verbales destacan en su interacción con el público, contiene elementos del payaso de antaño, habilidades actorales, musicales y de las generaciones actuales. Tiene una carrera internacional con los Circos de los Fuentes Gasca.
Un aro de luz arriba a su estilizada figura, sus pasos lentos, dilatados como si navegara por la pista, sus piernas giran con elegancia, la delicadeza se expresa en sus manos, figura esbelta, fina, altiva asida a ambas cuerdas. Es la acróbata aérea Beatriz Roco Singarelli.
El sonido se agiliza, vibran las luces en las barras plateadas, gira y gira hacia las alturas como un remolino enardecido, enloquecido por el viento, una de sus piernas se ovilla en la cuerda, ágil acróbata, danzarina del espacio, retorna girando a la superficie, agita su cabellera dorada, sigue su viaje, sus piernas giran y giran, sus manos la conducen, expresión delicada, se percibe la belleza en el alma, en el ritmo de sus acrobacias, en el impulso veloz, en el movimiento apacible, en su sonrisa abrazadora.
Un acto de acrobacia aérea, sostenida en tan sólo dos cuerdas agiliza su cuerpo hacia las alturas, sus piernas aletean por el espacio, sigue disfrutando la libertad por el entorno de la pista, doblega su cabeza, desde su nuca asida a la cuerda sostiene su cuerpo, cuál estatua navegando por el espacio.
Luces vivas, rayos azules de luminosa intensidad en el espacio, las princesas danzan, la melodía transita de sus manos a los aros verdes
Gastonia Maluenda en la plataforma de cristal, su cuerpo se expresa con armonía, sus manos asidas a la superficie, sus piernas extendidas como una tijera abierta, en la cima de su pie el aro gira y gira hasta quedar tendida en la superficie.
Se deja llevar por su inspiración, qué elegancia sus pasos, qué fino su desplazamiento en la pista, cómo danzan los aros en sus manos, cómo el público aclama su actuación.
Su figura transita a lo imaginario, entre luces planetarias, desde su cintura su cuerpo se sostiene con hidalguía en la barra, los aros multicolores giran en sus manos y en sus pies. Es una expresión maravillosa de arte circense, única en el circo tradicional chileno.
Gastonia, su trayectoria, su crecimiento, su vocación que emana de su expresión artística la consolidan como una de las mejores artistas jóvenes de Chile en su especialidad.
La pista sonora, lumínica recibe a Miky, de vestimenta armoniosa, azul, polera blanca, chalupas blancas, payaso apegado a la formalidad, a la elegancia.
Llega apresurado, su mente ya dividió al público en tres grupos, el avivamiento a través de la melódica trompeta, sal de la lejanía, de la oscura súplica, dejad que la felicidad te inunde, que se exprese en tu rostro, en tus manos. Si te apagas te reanima, si el fervor se expresa al unísono del sonido de la trompeta, te regala alegría, sólo digas en tu alma: “soy feliz”.
Mientras Miky se deleita interpretando una pieza musical ingresa veloz Miky Jr. quebrajando la formalidad clásica que en sí desvirtúa la misión del payaso, hay que agregarle elementos asociados a la burla, a la ironía, a la gracia, a la incoherencia verbal, a esas caídas que generan risas, a la esencia del arte popular circense.
El público ya no tiene ataduras, sus risas son espontáneas, Miky Jr. se deprende de su chaleco, lo repasa entre sus piernas y las de su padre, se lanza al suelo, tiritan sus nalgas.
El ingreso de Miky Jr. es clave en la dinámica de los acontecimientos y en la interacción con el público, se genera un conflicto tragicómico; la tragedia de Miky transita desde la aceptación al rechazo y el triunfo del payasito juvenil que es aclamado, es tan sólo un juego que genera entusiasmo, risas.
Y desde esta escena el leitmotiv de la obra sigue su curso, los hechos se orientan a la participación en la pista de personajes secundarios divertidos, actuales que se ríen de Mikyy le dan una divertida “paliza”.
Se hace necesaria la reconciliación, darle un apacible desenlace a la obra, padre e hijo se abrazan, escena impregnada de comicidad, le regalan al público la interpretación una pieza en instrumentos de viento.
Los espacios se inundan de colores, el rock and roll y el twist bailado por las princesas con la vestimenta propia de la década del sesenta del siglo veinte, introducen los saltos en la cama elástica.
Se impulse el ánimo, se exprese desde sus pies, avance la energía hasta el límite de su noble esfuerzo, se oville su cuerpo, retorne a la superficie.
Al ritmo del rock and roll emerge la inspiración de la princesa, saltos de delicada soltura y lentitud, le sigue Juan Fuentealba, impulsivo, de vuelo y giro veloz.
Este acto original conjuga las acrobacias, el rock and roll con sus personajes típicos de una época de oro para la música que se transfigura en los bailarines,
La creación lumínica transforma el espacio en el paraíso encantado, la música y el movimiento transitan unidas, la figura humana juega en el espacio, Dylan Maluenda vuela apacible, el devenir del impulso agita poco a poco sus giros, incursiona en el triple salto, en el doble, acróbata de la elástica superficie, de la ruta imaginaria en el vacío.
Llegas presuroso mostrando lo que has aprendido, las princesas temblorosas te animan y tú sigues balanceándote como una fina espiga, diminuta, voladora, hacedora de sucesivos saltos. Rafaelito Maluenda, he aquí el fructífero inicio.
El entusiasmo apasionado, salen todos los aplausos del público al espacio, qué movimiento tan tenue, tan acelerado, de un costado al otro, giro dilatado de piernas y brazos, la cabeza fija acaricia la superficie, hay vuelos por doquier, uno, dos y tres giros, energía, equilibrio, flexibilidad, elegancia y precisión son la esencia de las acrobacias de Joaquín Salazar.
Cuánto tiempo volando por el mundo, la raíz de tus sueños floreció, miles de horas al abrigo de tu abuelo y ahora a vivir la vocación, la entrega abnegada e incondicional al circo tradicional.
Vuelo de múltiples y variados giros, elegancia encendida en su máximo esplendor, el aire canta, innumerables rayos amarillos, azules y blancos, la velocidad se intensifica, se dilata la altura, se impulsan los giros, la llegada delicada de Gastón Maluenda Jr.
El monociclo en manos de las princesas Gastonia, Sofía, Maricruz Maluenda y su séquito, delicados trajes de verde nilo, rosado, coronadas de plata, sus manos se unen mientras viajan por el entorno de la pista, cada mano se prende a sus cinturas, unidas para enfrentar las vicisitudes de la vida, de frente, sin vacilaciones, a veces es necesario retroceder, revisar, reiniciar el destino de giro en giro.
El desafío de transitar en el monociclo de altura, mantén el equilibrio, extiende tus brazos, la rueda va y viene, aquí en esta superficie se desborda la velocidad, juegan por los vértices de la esfera como flotando, navegando.
Se unen de mano en mano, como una cadena indisoluble, giran presurosas las ruedas en su viaje, no se detengan tus sueños.
Rayos verdes, esencia nativa de nuestro bosque, planeta azul imaginario reciben a Julhianna Neiva Warneck. Inicia su viaje hacia las alturas, gira sostenida de su cabello, de su fortaleza, la danza circula por sus brazos, por sus piernas, como alas de mariposa volando.
Retorna a la superficie, hermosa, sonriente, movimiento sutil, delicado de sus brazos, de sus piernas, sigue la danza por el entorno de la pista, poco a poco asciende a la lejanía del universo, libre vuela siguiendo la huella del ruedo, qué hermosa danza en el espacio, cómo puede vivirse tanta magia, tantas ilusiones.
Su cuerpo flamea entre la bruma colorida del espacio, gira y gira veloz, algo misterioso conduce su viaje, algo divino la sostiene y la corona como la princesa del reino, guirnaldas blancas desde el cielo arriban como plumas a su cuerpo.
La emoción anega nuestras almas cuando la princesa se despide con delicadeza y elegancia.
Se dinamiza la pista con el ritmo y el baile de las princesas, como pétalos de rosa lucen rosadas y como hojas de otoño amarillas, coronadas de plata, esbeltas, enaltecidas, se anima la elegancia para recibir a la nueva generación de trapecista de la familia Maluenda.
Los trapecistas alegres, sonoros animan el inicio de los vuelos, el cátcher concentrado en sí mismo, mira sus manos protectoras, regula la velocidad de su trapecio en plena marcha, da una leve mirada al vuelo de inicio, recibe el saludo del trapecista volante que alza su brazo.
Miguel Maluenda, cátcher consagrado, en su corta carrera atrapó a su primo en el cuádruple salto mortal, talentoso, versátil, seguro. Doblega sus rodillas en la barra del trapecio, en las cuerdas sus piernas, deja caer su cuerpo.
Gastón, su mano derecha apenas temblorosa asida a la barra del trapecio , sus rodillas flexionadas, su mirada atenta, su mente y cuerpo se despliegan al espacio, su figura delgada, alta inunda los espacios, qué maravilloso viaje, se desplaza con flexibilidad, sus piernas unidas alcanzan la máxima altura, retorna veloz, sus piernas elásticas aletean, se impulsan a lo alto, se posesionan hacia su cintura, en bajada concentra y desenrolla la energía, ahora sí, se desprende de la barra del trapecio, su cuerpo desafiando el vacío realiza dos giros oblicuos, he ahí viene su cátcher, esas manos en el segundo exacto lo atrapa, ahí van los primos unidos transitando por el espacio, lo acoge lo entrega con pirueta y media al reencuentro con su trapecio, ahí está en la plataforma saludando al público, recibiendo los aplausos.
Gastón Maluenda, de trayectoria internacional, es uno de los mejores trapecistas del mundo, en los Estados Unidos realizó el cuádruple salto mortal en el Circo de la familia Caballero, junto a Rubén Caballero Jr. son los trapecistas volantes que más variedad de ejercicios realizan en el universo. Gastón, es el único trapecista en el mundo que realiza el vuelo que denominó “Doble cascu con pirueta y media”.
Palmas, ritmo, baile en las alturas de la plataforma, la fiesta de los trapecios en su máxima expresión, el universo de azul intenso. Dylan, en el quinto escalón de la plataforma, su mano izquierda en la barra del trapecio, observa a su cátcher, un leve movimiento en sus rodillas e inicia su viaje, su cintura flexiona sus piernas hacia atrás, se desprende el resorte imaginario, lo conduce a la máxima altura, retorna, transita con elegancia, flexibilidad, ahí está como suspendido entre las barras de la plataforma con las piernas a la altura de su cintura, fija la mirada hacia su cátcher y comienza a descender, se impulsa, direcciona su devenir, sus manos se alejan de la barra del trapecio, qué hermoso el doble giro extendido, su cuerpo en el vacío, dos giros dilatados, lentos, su cátcher se aproxima con los brazos extendidos, sus manos veloces, precisas lo atrapan, lo conduce con soltura hacia su trapecio y se deja caer como una pluma a la plataforma. Dylan, ya es un profesional de los trapecios, agilidad, elegancia, seguridad caracterizan sus vuelos.
Salen a escena todo el maquillaje del universo, el brillo celeste del cielo, el rojo, naranjo, rojizo, las estrellas danzan para recibir al trapecista internacional Joaquín Salazar, estrella en el Cirque du Soleil.
En el cuarto escalón de la plataforma, su mano derecha mece la barra del trapecio, la búsqueda del punto de equilibrio para iniciar el viaje, está concentrado observando a su cátcher, se entrega al vacío, qué elasticidad para conducir su vuelo, desde su cintura a sus piernas va concentrando energía, llega con soltura a la cima, retorna veloz, su figura estilizada, sus piernas juntas lo conducen a la máxima altura entre las barras de la plataforma, desde ahí observa a su cátcher, ahora sí, desciende, sigue la rutas imaginaria creada en su mente, suelta la barra de su trapecio, dos giros genuinos, originales, con su propio estilo, su cátcher lo atrapa, seguridad, sin vacilaciones lo devuelve a su trapecio, sigue la ruta del retorno, del aterrizaje en la plataforma.
La celebración abre sus alas, vuelan sonora las manos de los trapecistas en la plataforma, el ritmo del baile anima a la audiencia, tiritan los colores en el espacio, en la pista, se prepara el trapecista internacional Gastón Maluenda, en el quinto escalón de la plataforma, su mano derecha sujeta a la barra del trapecio, la movilidad desde su cintura a su brazo, rodillas doblegadas, espera la salida oportuna, precisa, se entrega al vacío, su cintura le flexiona sus piernas hacia atrás, hacia adelante, las impulsa hasta la cima de la red, retorna veloz con elegancia, se sitúa en la máxima altura de la plataforma, ahora sí, dirige su vuelo al reencuentro con su cátcher, abandona su trapecio, uno, dos giros y full, triple salto mortal con full, su cátcher llega en el tiempo preciso, extiende sus manos, y Gastón se adhiere a sus brazos, ahí va los primos veloces, en un mismo viaje, en un mismo trapecio, la entrega y retorno a la plataforma.
Se despiden los trapecistas con elocuentes giros a la red, Gastón sorprende al público, desovilla toda su energía, su ímpetu desde la red, mediante un giro invierte su cuerpo y queda cómodamente sentado en el trapecio del cátcher.
La audiencia aclama el acto de los trapecios, fervor, entusiasmo, reconocimiento a esta troupe de trapecista de prestigio internacional.
La continuidad de la generación de los Maluenda en diversas especialidades de arte circense vive bajo esta carpa, acá fluye la tradición de una familia que ha dedicado su vida a la cultura, que en definitiva es patrimonio del pueblo chileno, parte de nuestra idiosincrasia, de nuestros valores que preservamos y amamos.
Los artistas arriban con sus hermosas vestimentas a la pista, el reinado agradece la presencia del público, las princesas coronadas, los príncipes con la formalidad de sus trajes. Son interminables los aplausos, las expresiones de reconocimiento.
Circo Los Maluenda, sus creadores don Gastón Maluenda González y su familia.
Uno de los Circos más modernos de Latinoamérica, artistas de reconocida calidad, trajes de variados diseños, una producción innovadora, la mejor tecnología relacionada con el sonido e iluminación, una infraestructura e implementación de última generación, son tantos los motivos para reconocer la trayectoria de los Maluenda en el desarrollo y crecimiento del Circo Tradicional Chileno.

Gaspar Altamar Gallegos
Crítico de Arte Circense.